Hoy he vuelto a cubrirme con la máscara.
Ya ni siquiera lo pienso.
Ella me da protección,
mientras la dejo actuar,
¿puedo decidirlo?,
ella me da protección.
Entretanto el ácido recorre mis venas,
cada vez llega más lejos,
noto como se apodera de mi cuerpo,
con cada latido,
como me destroza.
Pero la máscara me ampara,
mientras yo iba corrompiéndome,
lucía una bonita sonrisa,
tan grotesca que nadie notó su falsedad.
Ella encierra todo mi ser,
lo aprisiona,
lo contiene,
permite que el ácido continúe su trabajo,
su destrucción.
Mis pasos me llevaron a un parque,
lleno de belleza y armonía,
habitado por seres alegres,
que coexistían en sintonía.
El tiempo se detuvo,
el silencio reinaba,
la máscara crujió,
un fluido sanguinolento supuraba.
Todo aquello cuanto tocó,
todo alrededor,
lúgubre y esperpéntico volvió.
En esas ocasiones,
mi ser fluye,
esos seres contemplan mi realidad,
mi frágil existencia...
Para mi asombro,
no se horrorizan,
mientras recorro el suelo,
parecen indiferentes.
La máscara me recoge,
se recompone.
Vuelta a la normalidad.
Nunca ocurrió...
martes, 14 de abril de 2009
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