Los perros andan buscando
el rastro de mis pasos,
pero lo oculté
con los rayos del sol.
El óxido de las estatuas
me cuenta sus noches de cenicienta,
bailes de máscaras venecianas,
escaparate de la nada.
Las sombras me piden fuego
mientras encienden mi pasión,
recogiendo las cenizas de las esquinas,
componiendo la melodía de la rabia.
Seducido por la danza de la suciedad,
su cimbrear marca mi reloj.
Metálicas cajas
cuentan su historia
única a las calles.
Su dolor y felicidad
bañado en soledades.
miércoles, 24 de febrero de 2010
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